Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los catógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
Jorge Luis Borges 1985
César Luis Menotti
y Carlos Salvador Bilardo
Les tocó en
suerte una época de grandes jugadores.
El mundo futbolístico
empezaba a formar nuevas estrellas. Ya habían quedado atrás los “heroicos”, los
“guapos”; comenzaban a aparecer los “quisquillosos”, pero hábiles, los
habladores, los exquisitos, y también los grandes negociados. Ese cambio
auspiciaba la guerra.
Menotti fue
campeón del mundo en 1978, con una oscura situación política de por medio;
comenzaban las suspicacias.
Bilardo
también fue campeón del mundo, pero en 1986 y gracias a un jugador que estaba
en su mejor momento. Él dice que estaba adelantado al resto por veinte años.
El otro que
su colega y enemigo es un mentiroso.
Luego,
ambos, fracasaron y nunca más ganaron nada.
Hubieran
sido amigos, pero se vieron pocas veces cara a cara; y a cada uno de los dos se
le subieron los humos a la cabeza.
Ahora son
dos desempleados más. Su odio mutuo y sus mentiras se conocen.
El hecho que
refiero pasó en un tiempo en que la suerte mucho los ayudó.
Pablo 2000
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